En mi corazón se prendió tu amor,
Para ensoñar la Emoción
de nuestros días lejanos,
También cercanos,
No pudieron las sombras
Cubrir tus luceros con el velo
De la ilusión incierta, casi muerta,
Moribunda y taciturna,
Por los dardos impuros de la pena pasajera,
En el laberinto de tus cabellos,
Me encontré a solas
Con tu silueta yerta,
En el glacial de nuestras eras
Quedo el desamor cadáver,
Inerte de tus besos de tus manos
De las mías, las nuestras atadas
A la rueda de la vida, a mi sangrante herida,
Menguada mi tragedia,
Vencida por el Aquiles de tus besos,
En la batalla de nuestros días
Renacemos como la llama del ave inmortal
De fuego y luces multicolores.