La invitación de su escote
abrió la puerta al encuento
del virginal paraíso,
que conduce a la terraza
de sus cálidos deseos,
una vez aceptada
la insinuación a sus ganas,
me dirigí a la carretera
de su cuello, allí estacioné
mís ansias y ella abrió
la compuerta del deseo,
para entregarme una sinfonía
de sus melodiosos acordes,
uno a uno fueron tan dulces
y amargos que me llevaron
a la playa de sus
coralinos labios,
un ligero temblor me llevó
a seguir sus armonías,
que me situaron al borde
de su busto montañoso para
descubrirlos en sus rosadas
y erectas arquitecturas,
allí escuché sus ritmicos
compases cargados de notas
sublimes, graves y agudas,
a medida que el diapasón
de su corazón bailaba
a mí ritmo, sus manos
secuestraron las mías
y juntos bajamos al piso
donde reside su húmedo triángulo,
entonces la danza de sus labios
recorrió mis destinos y juntos
nos embriagamos de pasión,
hubo una pausa en nuestros
delirios que nos llevaron
a otros mundos, donde el clímax
de la seduccion erosionó los sentidos,
donde los sonidos se apagan
y el silencio a cappella
era el universo en ese instante,
unidos en un solo adagio
nuestros cuerpos oscilaron
en las arenas del placer,
para cabalgar las antífonas
de los coros celestiales,
que como llovizna mojan
nuestros sensoriales mundos,
a pedido de su Allegro ma non troppo
descendimos en las extrañas
tierras de la utópica realidad,
donde despertamos a un amanecer
de lujuriosos espasmos,
que nos llevaron
al jardín lúdico del ser...